SONETO XXX
¿Me dejas que recorra lentamente
tu cuerpo, con mi mente y con mis manos?
¿Permites que mis ojos, aunque insanos,
con tu piel se confundan infielmente?
¿Me dejas que se impregnen, insolentes,
mis labios con los tuyos, tan lejanos?
¿Permites un instante, como humanos,
que unamos nuestra piel, intensamente?
Deja al menos que sueñe algo increíble
teniéndote conmigo, aunque no pueda;
solo un instante, mujer, si eso es posible.
Será el mayor placer al que yo acceda,
pues siempre fue, lo admito, algo imposible,
pero sólo es amor lo que me queda.
(HELIO DÍAZ)
YO SOY ASÍ
¿Cómo soy yo? Me preguntas.
Ya me cuesta definirme
aunque al espejo me mire,
pero a pesar de mis dudas,
intentaré descubrirte
mis virtudes una a una
y, aunque a veces me cohíbe
y la vergüenza me abruma,
te contaré, si me apuras,
los defectos que definen
a esta mi persona oscura.
No soy mundano, ni bebo,
ni llevo el alma de esfinge,
soy bonachón, no embustero
y ayudo si me lo piden.
Soy sincero si no miento,
pues miento si me lo exigen,
solidario, “canturrero”,
sellador de cicatrices
amargas, que el tiempo inflige,
soy amigo del silencio,
pues el callar me redime
y, aunque me produce miedo
y me conduce a estar triste,
es la solución que entiendo
y que puedo permitirme.
Me agito si me provocan,
me causa respeto el miedo,
soy tranquilo y no violento
mas, si escupen en mi boca
lo que no busco ni quiero,
fuertes palabras profiero
hacia los que montan bronca.
Mi amor lo busco en las sombras
que inundan la oscura noche,
cuando la luna se asoma
y sin avisar se esconde,
no soy de frívola vida
aunque la vida me invite
a libar de otra bebida
que mi vida me prohíbe
y mi condición me priva,
paseo con gente sencilla
evitando a quien me evite,
suelo pecar de altruista
entre gente que se erige
de abusona y egoísta,
mas soy así, ¡qué narices!
Suelo mirar a los ojos
de la gente con quien hablo,
pero me confunde un poco
si me miran de soslayo,
suelo, a veces, ser estorbo
para allegados y extraños,
quizá porque soy muy propio
de propulsar un espacio
de poca audiencia en un foro.
Tengo mis vicios, es cierto,
pero no muy exagerados,
alguien sabe que no miento,
ese alguien me ha mirado
y dice que está de acuerdo
en lo que estoy escribiendo.
Soy cabezón, testarudo
y discrepo en ciertos campos
en los que creo y aseguro
tener más razón que un santo.
Hay cosas de las que dudo
y que mi interior no ingiere,
como es el ver a un verdugo
arrepentirse y dolerse
y sintiéndose inseguro.
Ni siquiera el miserere,
ni los curas por lo oscuro
de su oficio, el cual pretenden
ocultárselo a este mundo.
Tampoco creo en otras cosas,
pero prefiero callarme;
otro día, si no os importa,
y no es porque os dé desplante,
os las contaré en prosa;
lo digo en serio, y no es broma,
que para un poema es tarde.
(HELIO DÍAZ)
GRANDE FUISTE Y GRANDE ERES
Aquel hombre fue letrado
de bellas rimas y prosas,
de una vida rigurosa
y mancillada, en su caso,
por incultos renegados
que no admitieron, ¡qué cosas!
sus letras tan cuidadosas,
tan llenas de amor y encanto.
Escritos de un alto rango
y que quedaban sin gloria,
legajos sin vanagloria
que, un eco sordo y sin tacto,
devolvía con retardo,
y así quedaba su historia
quebrantada y, por lo tanto,
sin fe ni dedicatorias.
Pocos hubo que aprobaran
la valía de sus letras,
no eran multitudes serias
las que sus libros buscaran,
sin embargo, tras su marcha,
las gentes dieron la vuelta
y observaron su silueta,
pero el poeta no estaba.
Es la historia de Gustavo
Adolfo Bécquer, poeta,
de amores, su vida llena,
y, cómo no, desencanto.
Helio Díaz
PERDÓNAME… SI PUEDES
Si todavía se mueren tu mente y tu corazón
por este loco de amor, y no te avergüenza el verme,
perdóname, por favor, perdóname si aún puedes.
Cúlpame de ese dolor que en tus adentros te hiere,
cúlpame si ya no tienes garantías de mi amor,
pero intenta, si tú puedes, impedir mi perdición.
Toda la culpa fue mía, porque fui quien te ofendió,
pero yo le pido a Dios y a esta mi Virgen querida,
que si mancillo tu amor me lleven a la deriva.
Siento mucho lo ocurrido, te lo juro que lo siento,
siento también tus gemidos, tus reproches, tus lamentos,
mi engaño, tu sufrimiento y lo ingrato que yo he sido.
A ese enorme corazón, del que siempre fuiste dueña,
dejé de echarle la leña que de mí necesitó
y… se apagó. Luego huyó sin dejar las nuevas señas.
Déjame de nuevo entrar en tu hermoso santuario,
olvida que fui sicario en tu vida terrenal
y dale otra vez la paz a este corazón precario.
Se lo pido a Dios primero y, después de Dios, a ti,
que me creáis al decir que yo te quiero y te quiero…
Que te quiero es un decir, te adoro y por ti muero.
Soy totalmente sincero en esta mi oculta carta,
si te vas, si tú me faltas, a partir de este argumento
serás mi propio fantasma, y yo… tu fiel carcelero.
Esta es mi confesión de amor y de sentimiento,
y con ella sólo intento hablar con tu corazón
para que borre en el tiempo mi aborrecible actuación.
¡Perdóname, si aún puedes, perdóname, por favor!
Helio Díaz
…Y LA COBIJÓ EN SUS BRAZOS
La melancolía atenazó su cuerpo
a la par que caminaba por la playa,
se miraba en el amor cada mañana,
se sumía por la tarde en sus recuerdos,
mas la noche, oscura y necia como el miedo,
le llenaba de aflicción y se amargaba.
La suave arena de la playa besaba
sus pies, que lloraban sangre delatora,
mientras alma y cuerpo, juntos, son ahora
una hiedra que se ciñe y los solapa,
una sombra que le presta luz aciaga
y una frialdad en el pecho que le ahoga.
El amor le traicionó siendo muy joven
y lo busca, año tras año, en esa playa,
era un guapo marinero que la amaba,
al menos eso dijo el ignoto hombre,
pero todo se quedó en el horizonte
y su bello amante se perdió en la nada.
Un gélido día lloraba la playa,
la mujer se hallaba tendida en el suelo,
la arena abrazaba con fuerza su cuerpo,
y el agua, mimosa, su rostro lavaba.
En aquel momento, en que el agua se aparta,
un ángel la toma y se la lleva al cielo.
Helio Díaz
TE LLORE MIENTRAS DORMIAS
Quise amarte aquella noche
y estar presente a tu lado,
quise romper el amargo
dulzor, que mi triste goce
producía, con derroche,
mi corazón derrotado.
Postrada sobre tu cama
te vi, perfecta y dormida.
¿Quizá soñando, abstraída,
para despertar al alba?
¡Pero, no…! Marchó tu alma
dejándome en la agonía.
Me acerqué junto a tu vera,
te desnudé muy despacio,
eras como el cielo raso,
como el sol que se despierta
y deja a la luna yerta
por la mañana temprano.
Te hice el amor como nunca,
tú, mientras, nada decías,
y en esa larga agonía
de silencio y de penumbra,
te abracé con amargura
y… ¡lloré mientras dormías!
Dios no te necesitaba
mas… ¡te arrancó de mi vida!
Helio Díaz
LA GUITARRA DEL MENDIGO
Si la acuno entre mis brazos
y palpo sus finas trenzas,
con sigilo se rebela
y me envía su dulce llanto.
Es su destino, entretanto,
que va esculpiendo una estela,
una armoniosa cadencia
que llena el aire de un canto
que, sin querer, me ha llenado
de una ilustre transparencia
y una inagotable ciencia
mi interior y mi cerebro.
Bendita guitarra mía
que al son de mis manos suenas
y emites con voz serena
(y en ocasiones me gritas),
unas dulces melodías
que alegran a un alma en pena.
Ruges, lloras y suplicas
que no se rompa tu grito
que lanzas de hito en hito
cuando tu cuerpo acarician,
que se divulgue tu risa
y penetre en los oídos
de los que jamás han visto,
como si estuviera herida,
llorar como llora en vida
la guitarra de un mendigo.
Helio Díaz
MI LONGEVIDAD
Cuando otra edad albergaba
en este cuerpo longevo,
sentía lo que no sienten
ahora mis incautos dedos,
bebían lo que no beben
estos ojos que, de lejos,
ya no aciertan ni con lentes,
y repicaban campanas
cuando al salir de paseo
consolaba a las mozuelas
con carantoñas y besos.
Si antes era presunción
todo se ha quedado ahora
en una tranquila fuente
que su corriente aminora,
en un cielo azul que brilla
tranquilo y sin nubes rojas,
en un campo de hojas secas,
otoñales y tristonas,
pero también en un ser
que, como toda persona,
ama y deja que le amen
porque su vida se acorta.
HELIO DIAZ